Hace casi dos años que a mi trabajo llegan alumnos e internos en práctica y por ser la más antigua me toca ser tutora de ellos. Confieso que al comienzo me rehusé con ganas pues no quería ocupar ese cargo, pues pensaba que no tenía la capacidad de ser una buena "maestra"... OK, soy buena en mi pega, pero de ahí a ser una buena profesora hay un mar de diferencia y por eso me negaba.
Hoy me tocó ir a la disertación de "mi" interna y, la verdad, me sentí terriblemente orgullosa de ella, de cómo evolucionó con el tiempo, de cómo pasó de ser una novata a alguien en quien confiaba para que hiciera exámenes. Me dio gusto que me abrazara y que se sintiera feliz de que yo estuviera ahí, de que me agradeciera el apoyo que le di y los conocimientos que le traspasé. Me hizo dar cuenta de que, a pesar de que soy una pseudo profe poco ortodoxa, puedo trasmitir el encanto , el gusto y la dicha que me causa mi trabajo ( aunque algunas veces alegue por él, igual me encanta). Quizás mi misión con estos alumnos e internos es pasarles eso, no tanto el conocimiento, pues la U se encarga de ello, si no el hecho de disfrutar lo que uno hace, de entender que más allá de una pega, tratamos a personas y que ellas merecen que una de lo mejor, sin importar que hayamos tenido un mal día, que estemos cansadas o cualquier otra cosa.
Me di cuenta, al enterarme que no habrá alumnos este otro semestre, que extrañaré a los "novatos", que aunque el ser tutora en un principio me "apestó", con el correr del tiempo se me ha hecho algo más que agradable, que tengo ganas de que las nuevas generaciones no piensen en su labor sólo como una forma de ganar plata, si no en entregar , en ser útil, en ayudar, en sentirse orgullosos por un trabajo bien hecho.
Sí, estoy orgullosa de ser una pseudo profe y de que mis "alumnos" piensen que sí merezco ser tutora de ellos.
